De acuerdo con la tradición, Isaías vivió en tiempos tumultuosos para el pueblo de Israel. El profeta ejerció su ministerio durante el siglo VIII a.C., un período marcado por la decadencia espiritual y la amenaza constante de las naciones circundantes al reino de Israel. En el capítulo 46, encontramos un mensaje que se dirige para recordarles la fidelidad y el poder de Dios en medio de las dificultades que enfrentaban, llevando consigo un mensaje de consuelo, esperanza y restauración.
"Escúchenme, casa de Jacob, ustedes, todo el remanente de la casa de Israel, ustedes a quienes he soportado desde que nacieron, a quienes he seguido sosteniendo desde antes de que nacieran. Hasta su vejez seré el mismo, y hasta su vejez los sostendré. Yo, yo mismo, lo he hecho, y seguiré haciéndolo; yo los sostendré y los libraré." Isaías 46:3-4
Estos versículos nos presentan un cuadro emocionante de la relación entre Dios y su pueblo, Israel. En medio de los desafíos y las incertidumbres de la vida, Dios promete estar con ellos desde su nacimiento hasta su vejez. Y, lo más importante, Dios promete que nunca cambiará esa decisión.
Este capítulo es una llamada de atención para Israel y, por extensión, para todos nosotros. En momentos de crisis y agitación, es fácil perder la esperanza y sentirnos abandonados. Sin embargo, Dios nos recuerda que su fidelidad es inmutable. Desde el momento de nuestro nacimiento hasta nuestra vejez, Él está con nosotros, sosteniéndonos, guiándonos y protegiéndonos.
Esto nos lleva a una hermosa verdad que trasciende la historia de Israel: la compañía de Dios es eterna y está disponible para todos nosotros. No importa cuál sea nuestra situación actual o cuán lejos nos encontremos de nuestras metas, Dios nunca nos dejará solos. Su amor y cuidado para nosotros es eterno.
En tiempos de tribulación y también en tiempos de gozo, podemos encontrar consuelo en la promesa de Dios. Recordemos que, así como estuvo con Israel a lo largo de su historia, Él sigue estando con nosotros en cada etapa de nuestras vidas. La relación con Dios es un lazo eterno que perdura a lo largo de los años, un refugio en el cual podemos encontrar paz y fortaleza. La promesa de compañía divina es un regalo que trasciende la historia y llega directamente a nuestros corazones, ofreciéndonos consuelo, dirección y esperanza, desde nuestro nacimiento hasta nuestra vejez, el sigue siendo el mismo.
Gracias Señor por tus promesas 😊 y porque siempre has estado conmigo aún cuando sigo siendo imperfecta.